Te extraño, amigo, con la cabeza.
Mientras, las entrañas palpitan. Mi sangre, (mi carne), no te puede extrañar porque no han tenido tiempo para echarte en falta.
Mi cabeza se empecina en rebuscar en la entraña, en encontrar y conservar sensaciones inexistentes. Da relevancia a una supuesta necesidad. Ofrecerme a la devoradora inquietud de la necesidad creada y creadora.
Por qué imaginar que te quiero si no sé lo que es quererte. Para qué.
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